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- Cuando vendes tus valores, no siempre hay factura. Pero siempre pagas un precio.
Cuando vendes tus valores, no siempre hay factura. Pero siempre pagas un precio.
Elegir lo correcto duele. Traicionarte duele más.

La escena: cafés con trampa
Tuve un jefe —de esos que no hay por donde cogerlos— que tenía una curiosa costumbre: los temas importantes de trabajo se comentaban en los descansos de café.
Nada de reuniones. Nada de que estemos todos.
Si estabas en su mesa, te enterabas. Si no, estabas jodido.
Y claro, yo no solía ir a esos cafés.
No porque fuera un antisocial, sino porque, sinceramente, no me gustaba estar allí fingiendo que todo me parecía bien, riéndole las gracias y sonriendo por compromiso (cosa que me repateaba ver en otros).
Prefería pasar ese rato con mi equipo, con la gente con la que de verdad conectaba.
Y además, no era ni obligatorio ni necesario estar allí. Era un “club de pasillo”, con sus propias reglas... poco profesionales.
Más de una vez me comí decisiones tarde o me quedé fuera de cosas clave.
¿Fue poco profesional por su parte? Bastante.
¿Lo sabía? También.
¿Me arrepiento de no haberme pegado a él por interés?
Ni de coña.
Porque para mí, la honestidad y ser consecuente pesan más que un café con segundas.
Y aunque eso me costara visibilidad (y peores calificaciones que mis compañeros), me fui cada día a dormir tranquilo.
No había vendido mi voz solo por quedar bien.
🧭 Lo importante no es qué dices que valoras. Es si lo vives.
Los valores no son postureo.
Son tu GPS invisible. Tu faro en la tormenta
Cuando vives según ellos, todo fluye.
Cuando los traicionas, algo se rompe. Aunque no se note por fuera, algo te quema por dentro.
Si valoras la familia pero sacrificas todas tus cenas por responder correos, lo notas.
Si valoras la honestidad pero tragas con algo que te chirría... lo sientes.
No hay autoengaño que tape ese ruido.
🛠️ ¿Y cómo sabes qué es lo que de verdad valoras?
Haz esto. Simple y al grano:
Elige 10 o 15 valores que sientas como tuyos.
(Ejemplos: honestidad, familia, libertad, justicia, gratitud, salud, respeto, lealtad, aprendizaje, equilibrio…)Reduce a tus 5 o 7 valores clave y ordénalos de mayor a menor.
Pregúntate:¿Cuál no sacrificarías nunca?
¿Cuál pesa más cuando las cosas se complican?
Piensa en una decisión difícil reciente.
¿Actuaste según tus valores?
¿Te sentiste bien después… o un poco traidor contigo?
Si la respuesta te incomoda, ahí tienes una pista.
Y una oportunidad.
🕸️ ¿Quieres ir un paso más allá?
Prepárate un pequeño diagrama de araña con tus valores principales. Dibuja 5 o 7 ejes, ponles nombre y asígnales una nota del 1 al 10 según cuánto los estás viviendo ahora mismo.
El resultado no es una nota final, es un espejo.
Te muestra qué peso le das a cada valor y si alguno destaca mas que otro.
🧠 El sesgo que más gente arrastra: la conformidad
Hay una trampa silenciosa que todos hemos pisado alguna vez:
👉 hacer algo solo porque los demás lo hacen.
No porque te parezca bien. No porque esté alineado contigo.
Sino porque “es lo que toca”, porque “todo el mundo lo hace”, porque “mejor no destacar”.
Eso es el sesgo de conformidad:
adaptarte al grupo aunque vaya contra lo que tú piensas o sientes.
Y no es casual.
Según los experimentos de Solomon Asch en los años 50, hasta el 75% de las personas cambiaban su respuesta a una pregunta obvia solo para no contradecir al grupo.
Y eso que sabían que la respuesta estaba mal.
Pero el miedo a desentonar pesa más que la lógica.
La presión social reescribe tu percepción de la realidad. Literal.
Y ojo, es muy tentador. Porque ser el raro cansa. Porque no ir al café puede parecer rebeldía. Porque decir “no” cuando todos dicen “sí” te deja solo.
Pero aquí va la verdad incómoda:
cada vez que cedes solo para encajar, pierdes un poco de ti.
Y cuando eso se repite durante semanas, meses, años…
acabas metido en una vida que no elegiste. Solo seguiste el rebaño.
¿Solución?
Escucha al grupo. Pero sigue tu brújula.
La presión social es fuerte. Pero tu paz mental lo es más.
🎯 Para cerrar
Tener valores claros no te libra del caos.
Pero sí te evita una cosa: convertirte en alguien que no reconoces.
Tus valores son la brújula.
A veces te llevarán por caminos más lentos, más raros, más incómodos.
Pero siempre te llevarán a ti.
¿Tienes claro cuál es tu valor número uno?
¿Y cuál se te está quedando atrás últimamente?
Te leo.
— David G. Sanz
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